martes, 27 de agosto de 2013

Se levantó y cogió la taza de café frío entre sus manos. No sabía cuánto tiempo había estado sentado allí. Quizá horas. Quizá días. Quizá meses. El tiempo había perdido el sentido para él hace mucho, ni siquiera recordaba cuando era la última vez que había mirado la hora. Segundos, minutos, horas... ¿Por qué se empeñaba el ser humano en marcar límites a todo? Marcar límites en el tiempo, vaya tontería. 
Notaba la porcelana fría en sus manos y sentía que cada parte de su cuerpo, de su mutilada alma estaba exactamente igual de fría que aquella taza. Y no era exactamente por haberse pasado horas sentado sobre la nieve, mirando a ningún sitio.
"Dicen que las personas más frías son las que en algún momento sintieron más profundamente".
Y él había sentido. Había sentido como el que más. Y aquí estaba ahora, sintiéndose vacío y sin rumbo, con un cigarrillo casi consumido y un café frío. En realidad nunca le había gustado el café. ¿Por qué lo bebía? Quizá era para evitar la somnolencia. Tenía miedo de que sus demonios pudieran resurgir y asaltarlo en sueños. 
"El pasado está siempre con nosotros, simplemente esperando para mezclarse con el presente".
Vaya. Eso era exactamente lo que le había pasado a él. Se había mezclado todo de tal manera que ya no existía el presente. Simplemente vivía congelado en algún lugar que desconocía, entre el pasado y algún punto en el tiempo del que no era consciente.
Se había pasado los últimos meses sin constancia del tiempo y haciendo café para dos, para luego irse a sentarse en algún lugar del manto blanco a dejar enfriar la taza de café que ni siquiera probaba. De la misma manera que encendía unos cuantos cigarrillos que no se fumaba, simplemente los dejaba consumirse. Le consternaba ver cómo se consumían. En cierto modo, sentía como si se viese a él mismo tiempo atrás.
Miró por última vez aquel paisaje perlado y comenzó a caminar hacia su casa. 
Estaba cansado, cansado de la misma rutina de siempre y de hacer café para dos y dejarlo enfriar. 
Cuando llegó a casa dejó las llaves bajo el felpudo, como solía hacer desde que tenía uso de razón y se dirigió al salón. Allí estaba. Estaba decidido a acabar con aquella rutina que lo envolvía. Ahora seguiría adelante. Seguiría adelante y ya no habría vuelta atrás. 
Tampoco lo necesitaba, ya había tomado la decisión. Tiró de la cuerda y sintió como se iba cerrando el paso al aire a sus pulmones.
El ruido sordo de la taza al caer al suelo indicó que todo había acabado. Ya nunca más volvería a sentarse sobre la fría nieve, ni a hacer café para dos, ni a realizar esa absurda rutina. Ya nunca más se sentiría atascado temporalmente. Por fin había seguido adelante, esperando llegar a un lugar mejor. A un tiempo mejor. A una vida mejor.




1 comentario:

  1. Hay un momento en el que todo se confunde en tú cabeza, lo bueno y lo malo son cosas que dejan de diferenciarse y el dolor se expande. Hemos aprender a olvidar y mirar adelante.
    Besos

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