jueves, 30 de agosto de 2012

No llevaba zapatos de cristal, pero él la veía como su cenicienta. Aquello no era perfecto, iban rápido y era algo dañino. Él no tenía la sangre azul y ella no era la chica buena que se recogía cada noche a las doce en punto. Eran la clase de pareja que vivía de impulsos. Unas veces se mataban a palos y otras a besos. Nunca tuve claro que de verdad se quisiesen, pero sabía que se necesitaban. Que no podían vivir el uno sin el otro. Ella necesitaba alguien a quien amar, y él alguien a quien poder proteger. Y los dos, los dos necesitaban sentirse queridos.