martes, 2 de abril de 2013

'Soñaba con un mundo mejor sin darse cuenta de que no había mejor mundo que ella'.


Vivía en un ensimismamiento constante, lo cual actuaba como protector. Era un caparazón de protección. Una protección de mí misma.
Había levantado todos aquellos tabiques emocionales para no sentirme devorada por el dolor que cada vez que asomaba me corroía por dentro y me taladraba el pecho. Un dolor que hacía que me volviese un ovillo en mi cama cada noche, o que me fallasen las piernas y cayese de rodillas en el suelo cada vez que los recuerdos venían a por mí. Recuerdos que cortaban como cuchillas y no hacían más que arder en la herida de mi pecho. Oleadas de recuerdos que yo podía evocar cuando quisiera, pero me atormentaba la idea de que se pudieran derribar todos aquellos tabiques que había levantado debido a su ausencia.
Me aterraba saber que en cualquier momento me podía ver ahogada por todo aquello. Otra vez. Otra vez el ardor en la garganta, sentir cómo no pasa el aire a través de mi tráquea, cómo los recuerdos no le dejan abrirse paso y cortan en los bordes en carne viva de la -cada vez más grande- herida de mi pecho.
Las palabras resonaban en mi cabeza. Aquellas palabras que habían desencadenado mi propio infierno interior. "Será como si nunca hubiese existido". ... ¿Qué tipo de tontería era esa? 


'Pero prefería mirarnos en la oscuridad a todas las luces de esta puta ciudad'.

1 comentario:

  1. Hola. A veces para sentir mejor hay que derribar todos esos muros. Espero que escribas más. Un abrazo.

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